Reseña
Título original: Deserto Particular | Dirección: Aly Muritiba | Paises: Brasil, Portugal | Reseña: Javier Espinoza
Daniel (Antonio Saboia) es un policía en licencia obligada por un incidente provocado por su fuerte temperamento. Mientras se resuelve ese tema, cuida de su anciano padre, con la eventual ayuda de su hermana Debora (Cynthia Senek). Su único escape de su estresante realidad son los mensajes con su novia virtual, Sara. Él siente que la conexión supera la distancia, hasta que un día ella deja de contestar. El ghosting le obliga a buscar respuestas y viaja hasta el alejado pueblo donde le dijo que vivía. Con su experiencia en la fuerza pública le indica que la mejor forma de encontrar a alguien es a través de posters con su fotografía.
Su plan funciona, porque gracias al mejor amigo de Sara, Fernando (Thomas Aquino), se encuentran, solo que además de hacer sufrido por la falta de comunicación con ella, resulta que Daniel también fue víctima de una especie de catfishing, ya que a pesar de que toda la información que le dio era correcta, omitió el detalle de que su nombre real es Robson (Pedro Fasanaro). Ambos cuidan de sus mayores, en el caso de este último, es su abuela Tereza (Zezita Matos), quien desde pequeño lo tiene bajo su cuidado para ayudarle a cambiar su forma de vida, la cual solo vemos de noche, ya que de día es cargador en un centro de distribución.
Interesantemente, Desierto Privado no se esfuerza en situaciones paralelas a la vida de los personajes, centrándose en el conflicto del encuentro entre ambos, en el que uno pierde más que el otro. Daniel se desilusiona por la situación, pero es Robson el que toma las decisiones más cruciales, como el enfrentarse a una persona que usan para ejemplificar el caso de éxito de las terapias de conversión, Oswaldo (Flavio Bauraqui), con quien tiene un pequeño intercambio de palabras que deriva en la eterna pregunta sobre la felicidad y cómo los credos religiosos nos dan una falsa sensación de tenerla.
Ambos actores van delineando un camino de vulnerabilidad desde diferentes puntos. En el caso de Daniel, es un rudo policía con historial de violencia con el conflicto de entender que con quien ha tenido momentos de intimidad física y mental, es otro hombre, algo que en su medio más cercano sería muy criticado. En el mismo tenor, dentro de una pequeña comunidad regida por costumbres religiosas, la vida de Robson corre peligro al exponer su realidad. Ellos convergen en un momento crucial y en lugar de convertirse en un relato cursi, el director y guionista Aly Muritiba lo lleva a la exploración de la masculinidad a través de la conexión y el deseo, más allá del romance, que sería caer en un lugar común, poniendo otra pregunta en la mesa, sobre quién es más hombre, tal vez el que se aferra a lo que le gusta o aquel que se deja llevar por sus impulsos a sabiendas de que no habrá ninguna represalia.
